Y por otro lado, Venezuela Bolivariana no está sola, se siente desde ya respaldada por China, Rusia, Cuba, Nicaragua, Bolivia, y casi todos los países del Tercer Mundo, de África y Asia, ya que precisamente estos últimos se ven reflejados en Venezuela por todos los males que ellos también han sufrido, a lo largo de siglos, por parte del [neo]imperialismo.

Además, de la misma manera que es necesario reforzar las acciones de solidaridad con el pueblo palestino, denunciando las acciones criminales del sionismo, con esa misma fuerza se debe encarar la defensa irrestricta del proceso revolucionario venezolano, del triunfo de Maduro y del repudio a todas aquellas expresiones que, coincidentemente con el [neo]fascismo de los Milei, los Bolsonaro o sus mandamases de Washington o Tel Aviv, quieren convertir al país caribeño en una sucursal del imperio.

Por último, cuando muy pronto, la Justicia venezolana, a la que se ha subordinado el reelegido presidente, diga su última palabra sobre las famosas actas, y estas demuestren lo que el pueblo festejó la misma noche del 28 frente al Palacio Miraflores, ¿qué más van a pedir los inquisidores de la Revolución? ¿Aceptarán que la realidad es una sola y no la que ellos intentan imponer por la fuerza o seguirán alimentando la guerra contra un país que, como Cuba, son verdaderos ejemplos de un mundo distinto?

La respuesta es conocida, y por eso, en esta oportunidad, como en tantas otras, no hay vereda del medio ni “tercera vía”. O se está con Venezuela Bolivariana o se opta por ponerse de rodillas ante los asesinos que estimulan la violencia interna y externa en el país de Simón Bolívar y Hugo Chávez.