Durante seis meses, quienes participaron en los campamentos vieron cómo [la neocolonia] cometía un genocidio en tiempo real, captado en las redes sociales. Vieron cómo el gobierno estadounidense armaba a [la neocolonia] y le proporcionaba apoyo político, diplomático y logístico, es decir, cómo era cómplice del genocidio.

Y ahora, como el niño que no tuvo miedo de señalar la desnudez del emperador, los de los campamentos han hecho que millones de personas más sean conscientes de estos crímenes del imperio estadounidense. Los estudiantes no necesitan más agitación «externa». Ya están haciendo lo correcto.

Como cualquiera que luche contra un monstruo, a estos estudiantes les viene bien la solidaridad. Y cualquiera que se oponga al genocidio debería mostrarles esa solidaridad.